lunes, 2 de agosto de 2010

El VIH no es el fin, es un desafío


“Ahora me siento más en control de mi propia vida”, me compartía un amigo cercano que tiene 5 años de vivir con el VIH. Después de haber sido un trasnochador empedernido, promiscuo hasta los tuétanos hoy es un hombre diferente: ya no se desvela, tiene una estricta dieta vegetariana, hace ejercicios y una vez al mes va al Hospital Manolo Morales a su chequeo de rutina en la Sala de Infectología y recibe sus antirretrovirales. Hasta ahora no ha tenido recaídas importantes.
Como él, hay miles de personas en todo el mundo que se han plantado con valentía y han decidido enfrentar una enfermedad, que lejos de ser una lapidaria e irreversible tragedia, hoy se ha convertido en algo manejable por la ciencia médica. El VIH es, sin duda alguna no el fin, sino un desafío para muchas personas. Personas que se han decidido a hablar en público del tema, a trabajar en consejería y a luchar tercamente por los derechos humanos de las personas con VIH consignados en la Ley 238, de promoción, protección y defensa de los derechos humanos ante el sida.
Existen muchos testimonios de vida esperanzadores que contribuyen a la desmitificación del VIH y sida como una enfermedad que acaba con la vida de las personas, les roba de un tajo sus ganas de vivir y los condena al anonimato, la culpa y la conmiseración del prójimo.
Estoy firmemente convencida que en esta vida todo es cuestión de actitud, de cómo encaramos los obstáculos que se nos presenten. Y encarando la pandemia del VIH despojados de posturas fatalistas y asumiéndola como un reto no todo estará perdido para las miles de personas, quienes sin distingo de raza, religión, edad o nivel socio-económico hoy en día, en cada rincón del mundo, viven con el VIH.

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